«El Arte refinado es aquel, en el cual actúan al unísono la Mano, la Mente y el Corazón.»
Jhon Ruskin

Muchas letras se han escrito acerca del masaje como técnica y de su utilidad para poder aliviar los distintos desequilibrios o problemas físicos y emocionales que se nos presentan en nuestro día a día. Pero muy en menor medida se escribe de él como Arte, aunque en realidad es ya mucho de esto. Para algunos de los que lo practicamos, el masaje en general y, en concreto las técnicas orientales de masaje, verdaderamente es una forma de Arte en donde sentimos, percibimos e inter-actuamos con el otro a través de nuestro tacto, nuestra Presencia (como Ser) y de nuestra intención.

Al igual que en el estudio del Arte, Lengua o de cualquier otra expresión que refleje la forma de ser y de expresar de un pueblo, aprender Técnicas tradicionales de trabajo corporal y sanación orientales, no consiste solamente aprender la técnica correcta de manipulación física, sino en hallarnos en total compromiso y voluntad de sumergirnos, apreciar y comprender los múltiples aspectos filosóficos de estas culturas.

Desde este punto de vista, encontramos que el tocar al otro mediante un masaje oriental (Thai, Shiatsu, Pijat Bali, Hilot) va mucho más allá de un simple contacto físico. Es abrirnos y sensibilizarnos a él como un todo que incluye tanto su parte física, como la emocional, mental y espiritual. Porque en la visión oriental, una persona se conforma de todos estos planos unificados, y comprender el por qué de un síntoma o enfermedad requiere buscar su raíz en todos ellos.

Al ponernos al “servicio de…” y en actitud humilde de “eterno aprendiz”, meditativa y, a su vez, con una total e incondicional presencia de nuestro Ser, dejamos de lado nuestra individualidad y nuestro ego para poder unirnos y convertirnos en la persona, tratando así de sentir qué es lo que realmente necesita y actuar en consecuencia. Así por ejemplo, si ésta tiene un dolor de garganta manifestado o no, el terapeuta puede llegar a percibir la resonancia en su propia garganta y de esta forma, realizar el trabajo apropiado hasta sentir que el malestar desapareció.

tocar cuerpo y alma con masajeConectarnos con alguien de esta forma requiere entrar en un estado Zen y liberarnos de los límites que nos imponen nuestra mente y nuestro ego. Por un lado, la mente que, con su necesidad de dividir y clasificar para comprender, nos impide unificarnos con el todo de la otra persona.

Por el otro, nuestro propio ego, que crea una barrera que nos aísla y separa de lo que le está pasando al otro y nos hace creer que sabemos lo que él necesita, que todas las respuestas están en nosotros.

«En la mente del principiante existen todas las posibilidades, en la mente del experto hay pocas»

Los antiguos maestros de Zen poseen un concepto clave para lograr todo esto: ellos nos hablan de recuperar la esencia del Shoshin (初 心), la mente del principiante. Esta idea, la de entender que todos somos principiantes, es reconocer que siempre tenemos cosas que aprender. Es conservar la capacidad de asombro y entusiasmo del niño para quien todo es posible y no dejar que nos limiten nuestros pensamientos, conocimientos o pautas culturales, sino permanecer abierto a lo que el otro nos quiere transmitir, sin ideas preconcebidas desde nuestra mente pensante.

Es también recordar que para poder ayudar a alguien necesitamos, no solamente el conocimiento teórico y práctico concreto, sino también darles un lugar a esas sensaciones y percepciones que muchas veces se hallan más allá del plano de lo que podemos dar a conocer mediante las palabras o explicar con razonamientos.

En unificar todo esto radica el arte del buen hacer profesional. Necesitamos conocer la teoría y la técnica, pero se hace necesario además, recorrer todo un camino de aprendizaje de apertura mental y espiritual necesario para practicarlo. Un camino que nos enseña, poco a poco, a dejar de lado nuestros propios prejuicios e ideas preconcebidas y a vivir cada experiencia como si fuese la primera vez. A aprender a no juzgar ni comparar. A ver a los otros más allá de lo que ven nuestros ojos y oír más allá de las palabras que escuchamos. A confiar en nuestra intuición y percepción profundas.

Ese recorrido es el que en definitiva, nos enseña y nos permite conectarnos con los demás desde nuestro corazón al corazón de ellos. Y es precisamente allí, cuando técnica, percepción y arte se confunden, donde el Arte del Masaje con dos manos y un Corazón encuentra una dimensión mucho más significativa, permitiéndonos realmente llegar a tocar el alma de los otros y dejar que sea ella quien guíe nuestras manos por el camino correcto.

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